Resumen
	En diciembre de 2013, la junta directiva de la Asociación Médica 
	Canadiense (CMA, por sus siglas en inglés) decidió animar el debate y la 
	legislación relativos a la eutanasia y el suicidio asistido y revisar la 
	política de la CMA que se opone a la participación de los profesionales 
	médicos en estos procedimientos. Antes del verano de 2014, estaba claro que 
	la inmensa mayoría de médicos apoyaba la política actual. Sin embargo, la 
	junta decidió que la política debía modificarse antes de que el Tribunal 
	Supremo de Canadá emitiera un fallo en el caso Carter v. Canadá. 
	La resolución de la junta resultó aparentemente neutral, y afirmó su 
	apoyo al derecho de los médicos a actuar de acuerdo con su conciencia a la 
	hora de decidir si administrar la eutanasia o el suicidio asistido en el 
	caso de que la ley se modificase. La resolución se aprobó por abrumadora 
	mayoría. Por aquel entonces no se reparó en el hecho de que la resolución no 
	establecía ningún tipo de requisito, como la capacidad de tomar decisiones o 
	en caso de enfermedad terminal. 
	La intervención de la CMA en el Tribunal Supremo de Canadá durante el 
	caso Carter hizo incapié en que la política de la CMA relativa a la 
	eutanasia y el suicidio asistido debía modificarse con el fin de reflejar 
	esta resolución. La idea era que la asociación apoyaría a los médicos que 
	decidieran participar en los procedimientos de eutanasia y suicidio 
	asistido, sin importar las leyes ni las normativas dictadas por los 
	tribunales o el parlamento en relación con estos.
	La junta directiva modificó la política de la CMA unos dos meses antes 
	del fallo del Tribunal. Se aprobaron formalmente el suicidio asistido y la 
	eutanasia de carácter médico, sujetos únicamente a límites legales. La 
	política incluía a menores, discapacitados y enfermos mentales, y no se 
	limitaba a la eutanasia ni al suicidio asistido de enfermos terminales o 
	personas con dolor crónico. En ella se clasificaban ambos casos como 
	"cuidados terminales" y se apoyaba la legalización del acceso de los 
	pacientes a estos procedimientos. El apoyo a los médicos que se negasen a 
	participar en la eutanasia o el suicidio asistido se matizó con la 
	afirmación de que los procedimientos debían aplicarse "sin demora indebida". 
	Esto implicaba un nuevo paradigma ético: en determinadas circunstancias, los 
	médicos tienen la obligación profesional de matar a los pacientes o 
	ayudarlos a suicidarse.
	La nueva política extendió un cheque en blanco al Tribunal Supremo de 
	Canadá para la legalización de la eutanasia y el suicidio médico asistido en 
	las condiciones que dictasen los jueces. Después de que el Tribunal Supremo 
	modificase la ley, los representantes de la CMA expresaron su preocupación 
	sobre los criterios establecidos por el Tribunal. Resultaba evidente que el 
	Tribunal Supremo era el culpable de la ansiedad y el profundo malestar entre 
	los médicos canadienses, puesto que se les había impuesto la obligación de 
	matar, en oposición a siglos de ética y prácticas médicas.
	No obstante, las preocupaciones expresadas por los representantes de la 
	CMA tras la sentencia del caso Carter surgieron a partir de la intervención 
	de la propia CMA en el caso, y en aquel momento no se plantearon estas 
	preocupaciones. De hecho, el Tribunal Supremo otorgó carácter de ley a una 
	política que ya había adoptado la CMA, y los criterios que el Tribunal 
	estableció para estos procedimientos eran, en realidad, más restrictivos que 
	cualquier propuesta de la CMA. No se puede culpar al Tribunal Supremo por el 
	hecho de que los líderes de la CMA no estuvieran preparados para hacer 
	frente a las consecuencias de una legislación completamente coherente con su 
	propia política.
	Las consecuencias han sido más graves entre los médicos que, por motivos 
	de conciencia, se negaron a administrar la eutanasia o el suicidio asistido, 
	o a colaborar en la administración de estos servicios mediante la derivación 
	o por otros medios. Desde el caso Carter, se ha producido mucha polémica en 
	Canadá acerca de si los médicos y las instituciones deberían poder negarse a 
	administrar o facilitar estos servicios, o bajo qué circunstancias deberían 
	poder hacerlo. Si bien en general se reconoce que los médicos no deberían 
	tener la obligación de administrar estos servicios personalmente, un sector 
	importante exige que se fuerce los médicos que no deseen matar a sus 
	pacientes, ni ayudarles a suicidarse, a derivar a los pacientes a otras 
	personas que sí lo hagan. 
	Esta revisión demuestra que el foco de atención de la junta directiva de 
	la CMA en 2014 era el papel de los profesionales médicos en la 
	administración de la eutasasia y el suicidio asistido tras la modificación 
	de la ley. La junta era consciente de que la inmensa mayoría de los médicos 
	en Canadá se negarían a participar en los procedimientos de eutanasia o 
	suicidio asistido. Los representantes de la CMA ya habían previsto el 
	conflicto fundamental que suponía imponer a los profesionales médicos la 
	obligación de matar a los pacientes. Los ataques a la libertad de conciencia 
	del médico eran previsibles, especialmente en lo relativo a la derivación. 
	Sin embargo, la junta no tuvo en cuenta la libertad de conciencia del 
	médico en relación con el suicidio asistido y la eutanasia, excepto en la 
	medida para alcanzar los objetivos de la política. Como consecuencia, 
	después de la sentencia del caso Carter, los representantes de la CMA no 
	estaban preparados en absoluto para montar una defensa convincente, 
	persuasiva y coherente de la libertad de conciencia del médico, 
	especialmente en lo relativo a la derivación. Se percataron de que las 
	autoridades nacionales y la población eran poco receptivos e incluso 
	hostiles ante los médicos que se negaban a preparar al paciente para la 
	muerte asistida. En una situación de amplia desventaja en la negociación de 
	sus propias decisiones, estaban desesperados por encontrar una política 
	"admitida en la legislación" y continuaban oponiéndose a los médicos cuyas 
	libertades fundamentales habían puesto en peligro. 
	La CMA ha generado una amplia defensa de la libertad de conciencia del 
	médico en lo relativo a la derivación de la eutanasia y el suicidio 
	asistido, y se han incluido una serie de disposiciones de protección de la 
	conciencia en una política revisada de la CMA. No obstante, antes de 
	aparecer estas declaraciones, los médicos reticentes estaban a la defensiva 
	en un ambiente peligroso e incluso hostil, obligados a lanzar un costoso 
	desafío constitucional para defender las libertades fundamentales de 
	conciencia y religión. El resultado de este caso determinará si están 
	autorizados a continuar en la práctica de la medicina, en el caso de negase 
	a colaborar y matar a los pacientes.
	La Asociación Médica Mundial (AMM) y las asociaciones médicas nacionales 
	son libres de decidir si modifican sus políticas sobre la participación 
	médica en la eutanasia o el suicidio asistido. Esta revisión demuestra que 
	no deben seguir el ejemplo de la Asociación Médica Canadiense (Canadian 
	Medical Association) si desean salvaguardar las libertades fundamentales de 
	los médicos y los profesionales sanitarios.
		
	
		
	Texto completo en inglés, disponible 
	solo